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Somos muy afortunados.

La cúspide del toreo. 

Vivimos el mejor momento de la historia de la tauromaquia, faenas confeccionadas con lances de percal y franela que transmiten la quinta esencia de la torería en cada lance que los brazos de los mejores toreros de la historia nos ofrecen en sus faenas. Toreros que torean más cerca de los toros que nunca, toreros que arriesgan más que nunca, toreros que componen la figura mejor que nunca y toreros que beben de  las esencias más puras que nos podemos imaginar, Manolete, Bienvenida, Joselito, entre otros muchos y grandes toreros  sentaron las bases del toreo que vemos en nuestras plazas y que fijaremos en nuestra memoria para siempre.

Tenemos los mejores toros que nunca se han visto en una plaza hasta ahora, dioses vestidos de pelo zahino, cárdeno, burraco o sardo con las astas mas poderosas que jamás tuvo tan cerca de su taleguilla un torero. Toros mimados, toros cuidados con el mayor de los esmeros que un ganadero puede ofrecer a esos bureles que reinaran en cada plaza de toros una tarde.  Nunca los toros tuvieron tal nivel de dedicación y de esmero por parte de los ganaderos como tienen en este momento, día tras día, hora tras hora, ganaderos, mayorales y vaqueros dedican esfuerzos para crear el animal más maravilloso que jamás se ha creado y del que disfrutamos cada tarde.

Como aficionados tenemos la suerte de contar con más ferias y con más festejos que nunca, donde tarde tras tarde se depositan las ilusiones de un público que disfruta como nunca de los trazos que el percal y de la franela dibujan sobre la arena de un coso, aficionados que disfrutan con el celo de un toro que prendido tras los vuelos de un capote y una muleta no se cansa de embestir y de entregarse.

Somo aficionados con mucha fortuna, somos la generación que podemos disfrutar del toreo de José Antonio Morante de la Puebla, toreo añejo con toros actuales ante un público más exigente que nunca. Ver al maestro Morante de la Puebla salir a hombros por la Puerta del Principe tras cortar un rabo en la Maestranza después de 52 años y verlo viajar a hombros por el paseo de Colón fue algo sublime, tocar el cielo con las manos solo lo pudo hacer el maestro Morante mientras que hacía ese viaje a hombros, muchos aficionados consideraban que con eso podría ser suficiente para considerar completa su historia; pero faltaba Madrid, esa plaza donde las faenas solo se acompañan con los «olés» del público, donde la ausencia de música hace más fría y menos efusiva cada faena, pero que cuando ruge la plaza suena a gloria bendita, suena a la mejor música que los oídos de un torero pueden escuchar. Y Morante consiguió que Madrid rugiese, Morante consiguió ponerse a Madrid por montera y que se abriese las puerta grande de Las Ventas para que la Calle de Alcalá hiciese en esa ocasión de la misma alfombra que hizo en su día el paseo de Colón de Sevilla. Otra vez el maestro volvió a tocar el cielo con las manos, otra vez la gloria para el del baratillo, el cielo de Madrid se toca montado en los hombros de un aficionado, parece estar más cerca que nunca y es más inalcanzable que nunca. Morante es Sevilla, Morante es Madrid, Morante es el toreo que tenemos la suerte de poder disfrutar en nuestra generación, por lo tanto, el día que Morante se retire, seremos envidiados por todas esas generaciones venideras que solo podrán ver como torea un genio recurriendo a  videos de internet.

Gracias José Antonio Morante de la Puebla por aparecer en esta generación de aficionados.

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